El filósofo David
Gauthier en su libro Egoísmo, moralidad
y sociedad liberal desarrolla numerosos
comentarios sobre el neocontractualismo liberal contemporáneo. También se ocupa
de los problemas de la racionalidad económica desde una perspectiva moral. No
es sencillo desde planteamientos sociales y económicos conciliar la moralidad
con la racionalidad, pero es posible. En una parte de la obra analiza las ideas
de Rawls acerca de la justicia social
con una minuciosidad asombrosa. El autor de la Teoría de la
Justicia afirma que «a menos que una distribución
desigual de uno o de todos estos
bienes redunde en beneficio de los menos
aventajados» no existe auténtica justicia. Considerando el egoísmo humano
parece que desde el velo de la ignorancia sobre lo que le deparará el futuro a
cada individuo el planteamiento rawlsiano podría ser rechazado, pero sería un
claro error. En este orden de cosas, es evidente que el interés de todos debe
prevalecer sobre el egoísmo individual más absoluto. Porque la moralidad se
sustenta en razones: poner por encima el interés de todas las personas sobre el autointerés que perjudique a los demás. Esto también lo afirma Kurt Baier.
David Gauthier expone
las razones que aconsejan la cooperación condicional y se fundamentan en el desarrollo del mayor
progreso individual evitando la lucha de todos contra todos y buscando un
equilibro social, que favorece al conjunto de la sociedad y a cada sujeto.
A mi juicio, Gauthier
confía demasiado en las capacidades de las personas y debería tener más en
cuenta las disposiciones y actitudes de las personas, en la sociedad consumista
y materialista en la que vivimos. Lo de no aprovechar las oportunidades que se
dan en una sociedad contractualista tecnológicamente avanzada es algo que sucede con bastante frecuencia y
las causas pueden ser múltiples, ya que intervienen muchos factores diversos.
No es suficiente con no negar las oportunidades de ascenso social o de progreso
material, ya que esto por sí mismo es claramente insuficiente y lo era hace
unos veinte años y ahora lo es más todavía. La necesidad de un estado social y
del bienestar es algo recogido en los textos constitucionales más avanzados y
es perfectamente entendible.
Desde mi planteamiento
las tesis sobre la justicia de Rawls no pierden vigencia, al contrario, cada
vez ganan más fuerza con el paso de las
décadas. Si pensamos en la situación actual dominada por los estragos que está
causando en la economía y en la sociedad la
pandemia del coronavirus la idea de justicia social, equidad e igualdad
es algo irrenunciable. De no ser así, la sociedad se puede instalar en el
sálvese quien pueda y nada más. Algo que, a mi juicio, en parte, ya está
pasando en algunos países.
Ética y economía deben
ir unidas en sus rasgos esenciales. Si
queremos una sociedad posmoderna mínimamente justa y que sea solidaria los planteamientos de Rawls tienen
que aplicarse en la realidad económica y social de un modo claro y efectivo.
Por ejemplo, las pensiones son una prestación indispensable y que ayuda a
compensar las desigualdades existentes y es un efecto que conocen los
economistas. Por supuesto, los derechos
individuales y sociales son la base o la estructura que sostiene todo Estado de
Derecho y social como es España.
Es preciso poner
límites al egoísmo en el campo de la economía especialmente. La solidaridad
intergeneracional también es otro aspecto esencial que no debe ser descuidado.
En este sentido, es evidente que la paz social y el equilibrio de cualquier
sociedad se logran cuando reina un cierto orden potenciado por los principios
éticos y por la moral aplicada a las costumbres sociales y al ámbito laboral.
Regular la economía de
cada Estado estoy convencido de que es imprescindible para evitar catástrofes
económicas que aumentan la desigualdad existente. La redistribución y las ayudas económicas
como, por ejemplo, la renta básica, para
los que realmente la necesiten, es un procedimiento muy efectivo para acabar,
de una vez por todas, con la pobreza de millones de personas que tienen todo el
derecho a una vida digna con unos recursos económicos suficientes. Esto
requiere un esfuerzo de una parte de la sociedad, pero los beneficiados somos
todos, sin excepción.
La reducción de la
desigualdad económica es justa en sí misma, porque de lo que se trata es de
evitar que la gente llegue a la pobreza por el sistema económico imperante. Las
diferencias de renta existirán siempre, pero se trata de garantizar el
bienestar de todos.
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