En el libro de Jean
Baudrillard titulado La agonía del poder aparecen fuertes críticas a la
sociedad posmoderna actual y también a la práctica política especialmente de
Estados Unidos y, en general, al modelo económico capitalista neoliberal.
Su crítica a la
cultura norteamericana y a su forma de entender la realidad y la vida es muy
dura, porque está convencido de que es la negación del pensamiento y la
afirmación de la vulgaridad, de forma general. A esto cabría añadir que existen
partes importantes de la cultura estadounidense que están en la línea de
desarrollo de las mejores contribuciones de la cultura occidental.
Este filósofo francés
es conocido por su producción filosófica desde la década de 1960. Procura superar los límites de las
disciplinas sociales o humanas. Porque, por ejemplo, la lingüística, la
filosofía, la economía y la sociología poseen elementos que pueden ser
investigados y estudiados desde enfoques similares.
A Baudrillard que ya ha fallecido en 2007 siempre le
interesaron todos los aspectos de la
realidad. Su escritura es compleja, puesto que desea reflejar todos los matices
posibles de lo empírico y también de los conceptos y de las ideas. Fue un gran
observador del mundo que le correspondió vivir y realiza profundos y acertados
análisis de la sustancia de la realidad humana y social con gran perspicacia y
precisión.
A mi juicio, sus
planteamientos filosóficos se parecen a los de Bauman, ya que critica duramente
las formas de vida superficiales y
demasiado aceleradas del mundo actual y considera que ya estamos instalados en
una sociedad superficial que lo mercantiliza y banaliza todo.
Escribe que «El golpe de gracia del capital ha sido la subordinación de la
realidad al orden económico, de suerte que ya nada puede pensarse en otros
términos». Es cierto y no cabe duda de que estamos entrando en una
nueva etapa de la Humanidad, en todos los sentidos. Están cambiando las
estructuras mentales de muchas personas y también las condiciones materiales
con una rapidez sorprendente.
La estimulación
constante que produce el sistema capitalista, en la sociedad de la satisfacción
sin límites, está causando saturación y saciedad en las personas. No son
capaces de disfrutar todo lo que podrían, ya que existen otras necesidades y
acciones que es preciso atender.
Lo expresa de forma
muy clara Baudrillard al escribir que «La
satisfacción inmediata supera con creces la capacidad de disfrute de un ser
humano normal». La radical crítica de este pensador galo se expresa cuando
escribe que se ha alcanzado el grado cero de la cultura en la sociedad
mediática. Lo dice porque considera negativa la vulgaridad y la
insustancialidad de una parte considerable del mundo mediático de su tiempo que
también es el nuestro.
En definitiva, si se observa todo y se
visibiliza todo parece que pierde sentido la vida. Y en la sociedad actual eso
está ocurriendo y lo indican numerosos pensadores y sociólogos. Realmente lo
simbólico tiene que ganar importancia en la convivencia individual y en las
relaciones sociales de todo tipo.
Según Baudrillard «Cuando todos se
vuelven actores, ya no hay acción ni
escenario. Es la muerte del espectador como tal. Fin de la ilusión estética».
Es como si ya en este año 2021 después de una evolución social considerable, lo
que más le importa a una considerable parte de la gente es vivir por vivir, sin
querer llevar una vida profunda, en la que casi todo se iguala desde la
banalidad o lo superficial, ya que lo que se desea es vivir los placeres sin importar
nada más.
La cultura occidental y también la
política están atravesando una etapa crucial. Desde mi perspectiva, el modo de
tomar decisiones políticas debe cambiar notablemente y depender más de las
argumentaciones de los agentes sociales o de los ciudadanos afectados por las
mismas.
Sería buena idea judicializar, cuando
sea necesario, la actividad política para ajustarla del todo al derecho y al
espíritu de lo justo. Las sentencias judiciales deben marcar inexorablemente el
camino a seguir en los ámbitos administrativos públicos y privados, en el campo
laboral de modo especial. También en otros campos.
Los derechos de las minorías tienen
que ser respetados y la dignidad humana es un valor que está por encima de otro
tipo de consideraciones estratégicas o partidistas.
Una política humanista y solidaria es
lo necesario en los convulsos tiempos actuales atravesados por la pandemia, con
todo lo que ello supone para todos. O nos salvamos todos o no se salva
nadie. No sirven los términos medios ni
el egoísmo a toda costa.
ARTÍCULO 1.107
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