En los tiempos de
pandemia en los que aún vivimos es absolutamente necesaria una ética solidaria
y compasiva. Siempre es apropiada la
insistencia en el valor de los Derechos Humanos y en su cumplimiento desde una
perspectiva individual y social. De este modo, se reconoce el derecho al
cuidado y el deber de cuidar.
También es evidente
que el autocuidado es lo coherente en el ámbito de la vida humana desde la responsabilidad
individual, si esto es posible como es natural y dependiendo de las condiciones
vitales de las personas.
En el libro Tiempo de
cuidados la filósofa Victoria Camps trata numerosas cuestiones y aspectos de
una nueva forma de entender la existencia, desde planteamientos solidarios que
buscan atender las necesidades de todos y desde un ambiente de fraternidad
humana y de justicia.
Es indudable como escribe Camps que «Considerar el cuidado un valor ético conlleva de por sí una
pretensión de universalidad, como ocurre con todos los valores éticos». La vulnerabilidad y la dependencia son algo que está presente en la sociedad y que
puede llegar a todos por diversas razones.
Con el aumento notable
de la longevidad es evidente que se deben atender a más cantidad de personas. Y
está bien que sea así, ya que cuanto más tiempo se viva mejor.
En lo referido a la
calidad de vida, aunque puede haber parámetros de medición de la misma, son matizables
y pueden ser objeto de discusión. Es preciso considerar también el gran avance
en los medicamentos contra el dolor en el siglo XXI.
Los Gobiernos de los Estados
deben poner en marcha políticas de creación de empleo en relación con los
cuidados. La atención profesional de cuidadores con formación homologada no va
a ser suficiente en los próximos años.
El envejecimiento de
la población en España es cada vez mayor, entre otras causas, por la caída de
la natalidad y por las mejoras en la atención médica. Es entendible que como
dice Victoria Camps el derecho a ser cuidado debe estar garantizado por el
Estado. Es lo justo y así está reconocido por el ordenamiento legal vigente.
Es cierto que la
pandemia ha puesto de manifiesto que muchos mayores no son adecuadamente
cuidados. En consecuencia, hace falta un mayor control público para que no haya
abusos y para priorizar el bienestar de todos, sin excepciones. Frente al
recelo y la desconfianza la asistencia empática a los que la necesitan y esto
es algo que las instituciones públicas deben tener siempre en sus actitudes
hacia los ciudadanos.
La diligencia es
necesaria en la concesión de los cuidados. La burocracia excesiva debe
eliminarse. Sobre todo si se piensa en la era digital en la que estamos
inmersos. Es realmente posible agilizar mucho los trámites a realizar y
simplificarlos para ganar tiempo en su resolución.
El respeto, el celo y
la delicadeza son algunas de las virtudes necesarias en los cuidadores. Y
aunque esto es obvio parece que, aunque reconocido en el derecho vigente, no se
insiste suficiente mente en ello en bastantes situaciones y no se cumple en
muchos casos.
En relación con la
eutanasia o el suicidio escribe Victoria Camps: «Con respecto al dolor, la
medicina ha sabido poner al servicio de
los dolientes todo lo necesario para que este no pueda considerarse hoy motivo
de suicidio». La fraternidad que es un valor ético que forma parte del
lema de la Revolución Francesa es algo que se necesita cada vez más en pleno
auge de la sociedad líquida del materialismo y del consumismo individualista
existente.
Frente a la
gerontofobia de la sociedad actual hace falta una campaña permanente de
sensibilización ética y psicológica para que se deje de discriminar a las
personas, por simple cuestión de edad.
El Estado tiene mucha tarea por delante para que toda la gente entienda
que existe un derecho a la vida de todas las personas, sin discriminaciones.
Al final, si no se
muere prematuramente, todos llegaremos a ser viejos. Y esto parece que una
parte de la sociedad no lo quiere reconocer. El tiempo transcurre para todos y
más rápidamente de lo que se suele pensar.
No se puede sostener
la lógica individualista del capitalismo neoliberal actual. Todo lo que se hace
y también lo que no se realiza tiene repercusiones individuales y colectivas y
esto conviene no olvidarlo, en relación con una moral del cuidado. Existe, por
tanto, una responsabilidad individual y colectiva con nuestros semejantes en
este sentido.
(Artículo 1.104)
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